Patricio Gil
Flood
Hoy no hice
nada
En Galería
Foster Catena. Honduras 4882.
Hasta el 27 de
abril 2012.
Lo más difícil de hacer nada es darse
cuenta de cuándo terminaste. Uno de los trabajos que conforman Hoy no hice
nada es una serie de planos de color pintados a mano, en pastel,
acompañados por un código numérico en minutos y segundos: es el lapso que a
Patricio Gil Flood le tomó cubrir cada hoja de manera homogenea con sus trazos;
valores que, en promedio, rondan la media hora. Media hora de hacer nada, que
se trasviste de media hora de repetición obsesiva para poder ser cronometrada y
encontrar su término. Con retornos a ciertas temáticas que suele abordar en
relación a la idea de vacío, al empleo del tiempo y lo fantasmagórico, el
artista reparte esta vez su atención sobre distintos ejercicios objetuales,
escultóricos, textuales y pictóricos. A través del sistema que la muestra
propone, el espectador puede llegar a reflexionar sobre qué es lo que pasa
cuando la mente se pone idle, servil al recreo o a la utilidad, e
intentar demarcar la frontera sutil que separa a la concentración de la
inactividad. Entre las piezas que sugieren que algún evento estaría próximo a
ocurrir (las pelucas colgadas de la pared destilan potencial performático) y
las obras que materializan con una claridad irrefutable los minutos invertidos
en un trance ambiguamente productivo (los ya mencionados planos de color), Gil
Flood inaugura una zona neutral en la que la fórmula TIEMPO EMPLEADO / TIEMPO
PERDIDO da como resultado una cifra nula. Esta situación de no-validez, de
paradoja, se encuentra mejor expresada en la obra de literalidad engañosa que
le da nombre a la exhibición. El enunciado se deroga a sí mismo en el momento
en el que Gil Flood encastra las letras en esa pizarra. ¿Hasta qué punto un
artista puede perder el tiempo y dedicarse a hacer nada? Esa es una pesquisa
peligrosa que podría ramificarse hasta desembocar en dudas indestructibles del
estilo de “¿en producir qué invierten su tiempo los artistas?”:
¿Unidades moduladoras del ánimo? ¿Documentos que certifican pactos inestables
con el desvarío? ¿Una raza de poemas desmontables? A pesar de servirse con
insistencia de ciertos recursos que a esta altura podrían considerarse
estandarizados dentro del dialecto frígido del arte contemporáneo, Hoy no
hice nada acaba siendo una muestra conflictiva, movilizada por cuestiones
sin edad que el artista baja a tierra con la ayuda de soportes generacionales,
como las apariciones intermitentes de presencias relacionadas con el rock y la
cultura del espectáculo. Así, más que dudas, termina avivando una certeza que
deberíamos encontrar siempre irradiante: todo aquello a lo que nos atrevamos a
llamar arte va a ser una brea mística injustificable que envuelva nuestras
individualidades por siempre, en forma de canciones y de imágenes. Señales de
orientación en la inmensidad de cualquier Universo, interno o exterior, durante
lo que dure el trayecto que nos separa de la nada.